SAMSARA




Y DESPUÉS DE TODO NADA.

Intenté comprenderte, quise conocerte.

Fue que me diste demasiado y también demasiado poco.







MI OTRO BLOG:

EL JARDÍN DE LAS MENTIRAS.

wwwtaichi.blogspot.com


Mi foto
Tanto si la oímos como si no, suena la flauta del tiempo interno. Robert Bly, book of Kabir.
Ni vivir puedo en tu ausencia,

ni vivo cuando te veo,
ni es del mundo este deseo
que consume mi existencia.

-Blanca Ríos, escritora-

sábado, 5 de marzo de 2011

EL CASCABEL ROJO


EL CASCABEL ROJO


Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

La joven que está parada en mitad de la acera atestada de gente de aquella caótica ciudad, tiene en su rostro una expresión ausente. No parece notar la cacofonía de voces ni la prisa de los viandantes, que tras darle algún que otro empellón; le murmuran un “disculpe” ininteligible sin siquiera detenerse. La joven no tiene más de treinta y cinco años y es de constitución esbelta. Tiene la piel atezada y un hermoso rostro que recuerdan antepasados de antiguos guerreros húngaros cabalgando por prados y bosques.

-“Volveré otra vez”-

Aunque su rostro mantiene una expresión ausente, con su mirada; en realidad, observa atentamente a lo lejos. Y observa la figura de un joven caminando delante de ella, a unos pocos metros.

Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

Como en trance, la joven camina de nuevo y acelera el paso para acercarse más a él. Estirando el brazo, le toca el hombro. Mientras éste se gira, el tiempo parece ir tan despacio, que la joven casi tiene la sensación de que se ha detenido.

Cuando al fin el joven termina de girarse, ella le mira pensativa. No había cambiado absolutamente nada. No había en él ningún signo de haber envejecido. Seguía teniendo la misma mirada osada y la misma sonrisa de pícara diversión. Su piel morena, como la de ella, aún conservaba el elixir de la juventud. Parecía que seguía teniendo veintitrés años. Ella baja la mirada hacia el bolsillo de su chaqueta vaquera. Ahí está: atado con un lazo rojo, él continuaba llevando el extraño cascabel.

La mente de la joven viaja al pasado tan bruscamente, como hojas secas llevadas por una ráfaga de viento.

La hora punta para comprar en fin de semana denotaba un ambiente bullicioso. Un amalgama de gente de lo más variopinta iba y venía cargada con bolsas, paquetes y carros de compra, recorriendo los distintos pasillos de BUYPLUS; unos céntricos grandes almacenes.

La niñita de no más de cinco años, que miraba confusa en todas direcciones, estaba parada y muy quieta junto al lineal de peluches. En su carita se reflejaba una pena que parecía surgirle del alma. Primero comenzó a gimotear por el miedo. Después el gimoteo dió paso a un llanto cada vez más fuerte y enojado, mientras entre chillidos llamaba a su madre. La gente, al pasar a su lado, se le quedaba mirando y seguía su camino.

Sorprendida, la niña calló bruscamente cuando vio delante de su cara una mano salida del aire que agitaba un extraño cascabel atado en un lazo rojo.

Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

-“¿Te has perdido, eh?”-le preguntó el joven que frente a ella sostenía el cascabel. –“Venga, busquemos a tu mamá”-.

La niña lo observó en silencio. Se parecía mucho a su mamá y a ella. Y su mirada le dijo que confiara en él. Que no le tuviera miedo. Alzó los brazos y él la subió sobre sus hombros y juntos se dirigieron a INFORMACIÓN.

El simpático joven habló un momento con una señorita que había tras el mostrador. La niña sentada sobre él, miraba muy atenta como la amable señorita llamaba a su mamá por los altavoces. Al rato, su mamá apareció acompañada por otra señorita igual de amable que la anterior y al verla, corrió muy contenta para abrazarla. La niña sonrió y extendió sus bracitos cuando su mamá la cogió.

-“Gracias, la he buscado por todas partes”-oyó decir a su mamá. --“¿Pero cómo llegó mi hija hasta aquí?”-

-“¡Oh!, ha sido un…”-comenzó a decirle la amable señorita a su mamá callando de repente y mirando en todas direcciones.

Entonces la niña se acordó del simpático joven y cuando miró buscándolo…

no lo encontró.

-“Que extraño. Hace un instante estaba aquí. Era un chico muy agradable, ¿dónde habrá ido?”-comentó la señorita tras el mostrador.

Con el tiempo, la pequeña olvidó todo recuerdo del joven y el cascabel rojo.

El viento del pasado arrastra más hojas de tiempo en la mente de la joven, mientras a su mente continúan llegando imágenes olvidadas.

La chica de veinte años sentada dentro del autobús urbano, era estudiante. Cargaba una enorme carpeta de dibujo y una bandolera llena de libros y apuntes. Sus rasgos marcados y su piel atezada, su larga melena negra hasta la cintura y su esbelta figura; llamaban poderosamente la atención. Con una mano apoyada en la barbilla, la chica miraba pensativa la calle a través de la ventana. Alguien se sentó frente a ella.

Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

Al oír el sonido, la chica se volvió y miró con indiferencia para ver de quién se trataba. Frente a ella, un joven de tez morena y rasgos exóticos la miraba a su vez con gran desfachatez. Llevaba una chaqueta vaquera de cuyo bolsillo colgaba un extraño cascabel atado con un lazo rojo. No tendría más de veintitrés años. Algo sorprendida, la chica lo observó un instante, luego continuó observando la calle por la ventana del autobús. Su mente volvía a llevarla a otro lugar y a otro día.

__________

Cargada con paquetes tras comprar en el supermercado del barrio y paralizada por el asombro, había clavado la mirada en la pareja frente a ella, esperando tal vez; una respuesta lo suficientemente convincente para sí misma:

-“Tanja… que casualidad, hija. Este es Brent, ¿sabes? Tenía ya ganas de conocerte”- murmuró su madre.

El hombre que había visto junto a su madre estuvo observándola incómodo todo el tiempo. Desde luego, la situación no resultaba nada afortunada.

Enfurecida, Tanja espetó:

-”Ah… ¿sí? ¿Y cómo supones que debo tomármelo, Marie?”-

Y sin esperar una respuesta, se giró dirigiéndose a la salida del supermercado.

Afligida, la mujer intentó retenerla:

_” ¡Espera hija!... Brent es el padre de un compañero de clase que tal vez conozcas…”-

_”Me voy a casa, Marie”-

No. Realmente, no fue una situación muy afortunada.

___________

La inquietud martilleaba en la cabeza de la chica:

-“¿Y ahora, qué digo al llegar?... Es tardísimo y no es la primera vez que ocurre. Ya no van a creerse nada, pero me resultaría bastante difícil contar en clase que he llegado tarde porque…”-un suspiro escapó de su boca. -“…he estado andando por ahí pensando en lo de sucedió aquel día”-

Algo la sobresaltó, sacándola de sus pensamientos.

Un cincuentón desgarbado y de expresión distraída; que estaba agarrado a la barra alta del autobús que había junto a su asiento, estaba magreándole el muslo con la pierna a través de la falda mientras leía el periódico. El asombro y la turbación de la chica fueron creciendo cuando el hombre insistió en el magreo:

-“¡E-e-eeh!, ¿pero que hace este? ¡…Pero qué!”-

¡BOUMP! Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

El golpe sordo seguido del sonido del cascabel hizo reaccionar a la chica, que poniéndose en pie como empujada por un resorte, salió de la pasividad que la inesperada situación le había estado produciendo.

El chico del cascabel de lazo rojo puesto también en pie tras propinarle un fuerte empellón al cincuentón; que había caído al suelo del autobús, lo observaba con intencionada y maliciosa impertinencia, mientras otros usuarios exclamaban sorprendidos.

-“¿¡Eh!?... ¿qué haces? ¿Estás loco?”-le espetó al chico intentando incorporarse. –“¡Gentuza!”-

-“¡Vaya!, disculpe hombre. Me bajo aquí, ¿sabe? ¡Tengo prisa! ¿No me oyó pedirle paso?”-respondió el chico divertido sin la menor intención de ayudarlo.

Dirigiendo una sonrisa burlona a ella le murmuró:

-“Vigila esas piernas, chica”-

Ella, intrigada, observó como el chico bajaba del autobús haciendo caso omiso a las quejas del cincuentón y a la gente que allí había cuchicheando sobre su falta de educación.

-“Bueno… ¿y qué importa? Al fin y cabo, sólo asistiría un par de horas a clase”-

Sin pensarlo dos veces, la chica se dirigió corriendo a las puertas de salida del autobús y sin perder de vista al chico a través de los cristales, se bajó justo en el momento que el conductor las cerraba tras ella.

A una distancia, en la que ella podía ver al joven sin mucho esfuerzo desde donde se encontraba, la chica comenzó a seguirlo entre el bullicio de gente que iba y venía por la calle. El joven no parecía tener prisa ni parecía dirigirse a ningún sitio en concreto. Caminaba pausadamente con las manos mentidas en los bolsillos de los pantalones.

La chica caminó a paso más rápido temiendo perderle de vista y cada vez más intrigada. Se colocó justo de tras de él.

Al pasar junto a un escaparate de productos de importación, el chico soslayó su reflejo en los cristales y girándose hacia ella, le exclamó inesperadamente:

-“¡¡EH, OYE!!... ¿Y tú a dónde vas? ¿Me estás siguiendo?”-

Tilín. Tilín-tilín. Tilín, el cascabel sonó el brusco movimiento de él.

-“¡¡AH! ¡MIERDA!!”-gritó la chica con una mano en el pecho por el susto y la sorpresa.-“… ¡ERES TODO SIMPATÍA!, ¿eh?”-

Él rió espontáneamente y con ganas:

-“Y tú tienes una lengua muy rápida, chica. Pero lo de espiar no es lo tuyo, perdona que te diga”-le contestó.

Colocándose a su lado ella le susurró:

-“Gracias”-

-“¿Gracias?”-inquirió el joven.

-Por ayudarme en el autobús-aclaró ella.

Guiñándole un ojo, él comentó:

-“¿No hubieras hecho tú lo mismo por mí…?”-

Y la miró divertido.

-“¿Cómo te llamas?”-le preguntó ella después.

-“Égon”-le respondió él sonriendo.

-“¿Pero qué nombre es ese? Suena muy lejano…”-inquirió ella con expresión boba en el rostro.

Égon le respondió envuelto en misterio:

-“Es algo antiguo. De algún lugar del norte de Europa, creo. Ya sabes, allí donde las viejas historias de brujos y espíritus aún persisten”-

-“¿Hablas en serio? ¿Eres de allí? Me gusta esa parte del norte de Europa en la que aún la gente cree en las supersticiones y en la magia”-

-“Veamos, como suele decirse; soy de todas partes y de ningún sitio. Aunque, sí; creo que mis antepasados eran de por allí. Pero soy tan viejo, que ya no lo recuerdo”-

Ella le miró seria:

-“Qué manera más extraña tienes de hablar…pero me gusta. Es fantástico poder ir por ahí sin esconder lo que eres y sabiendo a que parte del mundo perteneces. Muy pocas personas pueden decir lo mismo”-

Ambos se observaron y se reconocieron.

Los ojos de Égon eran sabedores, conocedores de algo que iba más allá del misterio de la vida. Égon parecía ahora tan viejo como le había dicho a Tanja. Los ojos de ella eran indagantes, ávidos de un conocimiento inimaginable que le fuera a ser revelado. Tanja quería saber la respuesta.

Duró tan sólo un instante de segundo.

La mirada de Égon se volvió alegre:

-“Espera, que adivino tu nombre. Te llamas… ¿Tanja?”-

Ella le miró desconfiada:

-“¿Cómo lo has sabido?”-

-“¿En serio que ese es tu nombre? Pues no sé…”- le contestó él, alzando el brazo para rascarse la cabeza.

Tras volverla a mirar otra vez fijamente continuó:

-“Tal vez sea porque tienes cara de llamarte Tanja. No te pegaría para nada que fueras una Hanna, Celine o Sophie…”-

-“Tal vez sea por Ina”-

-“¿Ina?”-

Con expresión distraída Tanja le respondió.

-“…Ahm, sí. Es mi madre. Ese es su nombre, pero no le agrada que la llamen así. Es de origen húngaro. Prefiere ser Marie, que es más convencional”-

La mirada de Égon se ensombreció:

-“No os lleváis bien, ¿eh?”-

-“¿Parece que lo lleve escrito en la frente verdad?”-

De fondo se oyó el cascabel de Égon. Tilín. Tilín-tilín- tilín.

Su sonido reconfortó a Tanja.

Permanecieron hablando durante mucho rato más. Y no fue esa la única vez que se vieron.

A partir de aquel momento y por algún motivo casi todos los días acababan encontrándose…

Y cada vez que se veían, hacían algo juntos.

-“Ehm”-

-“¿Qué?”-

-“¿No crees… que es algo extraño que nos parezcamos tanto, tú y yo? Quiero decir… Nuestra constitución. Nuestro pelo. El color de la piel”-

-“¡Claro! Ambos tenemos sangre gitana, ¿no?”-

-“¡No bromees! ¡Y fíjate!”-

Égon la observó atentamente:

-“Puede que tengamos algún parentesco lejano. O quizás seamos hermanos, tú y yo, y no lo sepamos”-

Ella le miró con suspicacia, luego su semblante se tornó serio:

-“…Tal vez. A veces me pregunto qué hubiera pasado si yo hubiera tenido un hermano y pienso¿Y si hubiera sido yo la que no naciera? Entonces no tendría que soportar tantos problemas familiares. No tendría que preocuparme por cosas tan estúpidas”-

-“Pero Tanja… ¿estás segura de esos sentimientos?”-

Ella le miró pensativa. Égon estaba extrañamente triste:

-“Llegará un día… en el que pensarás me alegro de haber nacido. Me alegro de tener una familia. Sé que llegará ese día”-

Y Tanja quedó pensando todo el día las palabras de Égon.

La tranquilidad del parque transmitía a Tanja tanta paz como era capaz de asimilar. Risas infantiles. Silencio. Un niño pequeño bebía agua de la fuente. Las copas de los árboles eran movidas suavemente por el viento. Y el cielo cruzado de nubes que era surcado por una bandada de pájaros en ese momento.

Égon y Tanja sentados en un banco rodeado de setos, observaban el cielo.

Tanja, sujetándose su oscuro pelo, agitado por la brisa; preguntó a Égon:

-“¿Qué haces durante todo el día, Égon?”-

Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

Égon, mirando en la distancia mientras Tanja lo observaba, le respondió:

-“Caminar por la ciudad. Hay cosas fascinantes a cada paso”-

Intrigada, Tanja insistió:

-“… ¿Pero no estudias, ni trabajas?”-

-“No. Mira esos pájaros en el cielo. Yo me siento así”-

Tanja miró el vuelo de los pájaros con expresión soñadora:

-“¿Entonces, dónde te busco si quiero verte?”-

Con una pierna alzada y apoyada en el banco y los brazos cruzados alrededor Égon la miró a su vez:

-“¿Y qué importa eso? Siempre acabamos encontrándonos por la ciudad. Es mejor así”-

Tanja apoyó los brazos sobre el banco delante de ella. No se daba por vencida:

-“¿Pero por qué?”-

Égon se incorporó repentinamente, marchándose y dejando a Tanja sentada en el banco.

-“… ¿Pero qué?”-

-“Ya que no quieres dejar las cosas como están, es mejor no vernos nunca más”-

Tanja se puso también de pie, muy confundida sintiendo miedo de que él hubiese hablado en serio.

Égon se alejaba. No bromeaba.

-“¡Bueno!, no insistiré. LO PROMETO”-exclamó precipitadamente la chica.

Égon la miró y le sonrió satisfecho:

-“Te creo”-

__________

La luz de neón del videoclub junto a la casa iluminaba lo suficientemente como para que Tanja pudiera acertar con la llave del portal. Después de encender la luz del recibidor, preguntó:

-“¿Hay alguien?... ¿mamá?”-

Al no recibir respuesta, atravesó la sala de estar apoyó la mano sobre el pomo de la puerta del dormitorio principal y tras abrirla, volvió a preguntar:

-“… ¿Mamá?, ¿duermes?”-

Silencio.

Tanja encendió la luz y observó pensativa una cama vacía. Sin saber qué hacer, regresó a la sala de estar y se sentó bruscamente en el sofá:

-“¡Otra vez anda fuera! ¡Otra vez salió sin decirme cuando regresará!... ¿dónde estará ahora y con quién?”-

¡RINNNG!

Tanja observó hipnotizada como el teléfono sonaba.

Finalmente, lo descolgó y se acercó el auricular al oído.

-“¿Sí?”-

-“¿Eres Tanja?”-

-“… Sí. ¿Quién es?”-

-“¡Ah!, soy Tom Write. Somos compañeros de clase…”-

-“Sí, ya. Te recuerdo… ¿qué ocurre?”-

-“Verás. Tu… tu madre… está en nuestra casa”-

Era un edificio bonito. Sólo dos plantas de buganvilla y dos farolas a cada lado del portal presidían la entrada. La puerta estaba abierta y la luz del recibidor, también. Eran las 12:45 de la noche. Tanja escuchaba imperturbable dentro de la sala de estar de los Write lo que estaban diciéndole:

-“Siento todo esto, Tanja. Tu madre y yo estuvimos bebiendo demasiado durante un buen rato… y no pudo aguantarlo. Ahora se encuentra mejor. Claro…”-

Brent Write miró incómodo a la chica. Apoyaba una bolsa de hielo sobre su cabeza. Tom estaba tras él con las manos en los bolsillos y expresión avergonzada.

La débil excusa rebotó en el estómago de Tanja, pero al ver a Marie aparecer de pronto con una mano en la frente y aspecto demajado, su enojo se disparó:

-“… Tanja. Estás aquí… perdona, hija. Debí avisarte. Pero… ¿recuerdas aquel día en el supermercado? Intenté decirte que Brent es el padre de Tom… que Brent y yo estamos juntos…”-murmuró la mujer embarazosamente.

La mirada de Tanja atravesó enojada al hombre y a su madre.

Marie continuó diciéndole:

-“… Como ha pasado tanto tiempo desde aquello… creía que ya lo sabías. Tanja…”-

Ella no contestó. Se limitó a girarse y salir de allí. Tom la siguió detrás.

Tanja caminó por la acera sin dirección fija.

-“¡Tanja!”-gritó Tom.-“¿A dónde vas, Tanja?”-

Sin pararse y cabizbaja ella le contestó:

-“¿Y a ti qué te importa? ¡Ahora ya sé que Marie está bien con vosotros!”-

-“¡No puedes irte sola por ahí a estas horas!”-exclamó Tom preocupado. –“¡Espera te acompaño a tu casa!”-

-“NO. DÉJAME, TOM. ESTOY ACOSTUMBRADA A ESTAR SOLA”-

-“Pero eso era antes. Si nos dejas, mi padre y yo, deseamos quererte”-murmuró Tom con timidez.

Tanja se detuvo y pensativa, mirándolo con pena, contestó al chico:

-“Tom. ¿Has pensado si yo podría quereros a vosotros?”-y sin esperar una respuesta continuó diciéndole:

-“Puede que nunca llegue a quereros, ¿eh?”-

Parado en seco, Tom la vio alejarse.

Era extraño que rozando ya las 1:15 de la madrugada, aún estuviera abierta aquella cafetería-bar. Aunque en opinión de Tanja pronto tendría que irse también de allí. El amable dueño, un hombre de edad avanzada, no tuvo inconveniente en servirle un café caliente. Estaban solos. Pero eso era hace 30 minutos. Ahora el hombre barría el local, mientras ella, con los codos apoyados en la mesa de fornica observaba la oscuridad de la noche a través del cristal.

-“Da igual… no me importa nada. En realidad no necesito a nadie”-

El dueño del local se le acercó con escoba en mano:

_”Lo siento hija, pero voy a cerrar. Mejor vuelve a casa”-

Tanja pagó el café y salió al exterior. Y allí delante de la puerta de la cafetería-bar, quedó parada sin decidir a irse. Sentía que iba a llorar de un momento a otro.

-“Puedo aguantar esta soledad. Sé que puedo y lo haré”-

Una sombra humana proyectada en la acera por la luz mortecina de la farola, confundió a Tanja que recelosa, intentó entrever quien era.

-“¡ARRIBA EL ÁNIMADO, CHICA!”-

Al oír aquella voz tan familiar de nuevo, el valor del que había intentado hace acopio, se esfumó. Andando automáticamente hacia aquella sombra de brazos extendidos y abiertos, supo que él nunca la dejaría sola.

Llorando desconsoladamente entre los brazos de Égon, Tanja le exclamó desesperadamente:

-“¡¡Por favor llévame contigo!!”-

Sonriendo, él le respondió:

-“No puedo hacer eso, Tanja”-

Ella barbotó sin entender:

-“Pe-pe…pero… ¿Por qué no?”-

Con la mirada lejana y expresión pensativa Égon dijo.

-“Tanja… ¿recuerdas lo que te dije sobre la familia?”-

Ella asintió entre hipidos.

-“Algún día… comprenderás que es bueno tener una familia y que es bueno soportar problemas familiares o preocuparte por cosas tan simples que parecen estúpidas… porque es algo que otros no tuvieron la oportunidad de vivir”-

Tanja lo miró fijamente y extrañada.

Él volvió a sonreír:

-“Vine a ti para ayudarte. Pero tú ya no me necesitas. Ahora hay alguien que cuidará de ti. Ya no estarás sola. Es el momento de que me vaya”-

-“¿¿Cómo??”-

-“Sólo vine a decírtelo”-

Égon separó unos pasos a Tanja de él.

-“¡¡NO!!”- exclamó ella intentando acercarse al chico.

Envuelto en un fondo de cálidas luces blancas y brillantes, Égon estaba difuminándose y haciéndose inmaterial, invisible a los ojos de Tanja.

-“¡¡NO ME DEJES!!”-exclamó extendiendo el brazo y encontrando sólo vacío. –“¡¡POR FAVOR, ESPERA!!...”-

La voz de Égon, lejana reconfortaba a Tanja:

-“Llegará el día en el que seas feliz… Entonces, volveré otra vez”-

Tilín. Tilín-tilín. Tilín…

Las luces desaparecieron, y Égon con ellas. El extraño cascabel de lazo rojo dejó de sonar.

Tanja quedó sola, consternada, bajo la luz mortecina de la farola. Todo estaba en silencio.

-“Volveré otra vez”-

-“¡Tanja!”-

Tanja se giró. Era Tom. Montado en bicicleta y con expresión preocupada en el rostro.

-“Menos mal que te encuentro. Estás bien, ¿verdad?”-

Tanja asintió con la cabeza.

-“¿Qué hace eso ahí?...”-señaló Tom al pie de la farola.

Tanja miró el lugar donde Tom decía, a sus pies.

El cascabel de lazo rojo permanecía en la acera. Ella lo miró.

-“… ¿Es tuyo?”-

Y de repente, Tanja recordó al joven que la ayudó a buscar a su madre cuando era niña. Recordó que era Égon quien le había ayudado. Recordó que aquella vez también llevaba un extraño cascabel de lazo rojo. Ese cascabel.

-“¿Te has perdido, eh?”-

-“Espera, que adivino tu nombre. Te llamas… ¿Tanja?”-

-“¿Dónde te busco si quiero verte?”-

-“¿Pero no estudias, ni trabajas?”-

Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

Tanja cogió el cascabel de la acera y después montó en la bicicleta de Tom. Por el camino, Tanja le contó la historia a Tom. Y él, que la estuvo buscando todo el tiempo, la creyó.

Los recuerdos de la joven se apaciguan lentamente como hojas que caen sobre la tierra tras ser traídas por la brisa.

Tilín. Tilín-tilín. Tilín…

Tanja permanece en silencio.

-“¿Qué tal?”-le pregunta Égon mirándola sereno, sonriendo.

-“Feliz”-le contesta ella devolviéndole la sonrisa.

La sonrisa del joven se acentúa:

-“Me alegro”-

Égon vuelve a girarse lentamente. Antes de terminar de hacerlo, ya ha desaparecido entre la gente.

Tanja roza con los dedos su propio y extraño cascabel prendido con un lazo rojo en su vestido:

Tilín. Tilín-tilín. Tilín.

Luego vuelve a sonreír.